sábado, 28 de septiembre de 2013

El debate por la identidad

Peronismo y kirchnerismo

El kirchnerismo como fuerza política surgida en 2003, que todavía brega por crear una identidad propia, es sujeta, muchas veces, a una inevitable comparación con el peronismo. Es una gran empresa comparar a semejantes movimientos políticos, sobre todo cuando nadie todavía ha podido dar en la tecla a la hora de definir al peronismo.  Aun así,  es indudable que si lo que se busca es encontrar el rasgo identitario de lo “K” debe hacerse en la comparación con el justicialismo. Diferencias y similitudes  se pugnan en un debate que se sabe casi infinito.

Las semejanzas, en un principio, están signadas en que tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández adhirieron desde muy jóvenes a las filas peronistas. Su ideario político se conformó en aquel peronismo combativo de los setenta, que tantas veces han mencionado y recordado. Su participación activa en el Partido Justicialista tiempo después marca que su búsqueda siempre fue volver “al peronismo de Perón”.

Para hablar de similitudes entre los gobiernos peronistas y kirchneristas la clave está en la construcción del Estado. Ambos procesos políticos recurrieron a engrandecer el Estado, como regulador de las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales del país. En este sentido se ve como estas presidencias tendieron a ser firmes interventoras de la economía, donde el fomento estatal a la industria y la nacionalización de empresas de servicios son dos ejes básicos. Sin el ensanchamiento de la administración pública estos movimientos no serían lo que son;  el Estado como actor activo que se embarra en la política es la clave.

La configuración de clases en la Argentina también es un punto crucial para trazar un paralelo entre Perón y los Kirchner. El apoyo en los trabajadores, como una defensa de clase, es un símbolo de ambos mandatos. El apoyo ideológico y electoral en la clase obrera obedece también al enfrentamiento contra las clases dominantes representadas por las corporaciones, la oligarquía terrateniente  y los variopintos partidos de la derecha liberal.
Para muchos Néstor y Cristina son los nuevos Perón y Evita

Si bien ambos procesos políticos tienen muchas coincidencias, también hay puntos remarcables que indican las diferencias sustanciales. El más obvio, pero también el más determinante, es el contexto histórico. El peronismo surgió en un mundo cambiante tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, donde Argentina tenía espacio para desarrollarse, sin la dependencia externa. El peronismo fue eso: la creación y el crecimiento de lo nacional. En cambio, el kirchnerismo nació empapado por la crisis del 2001 y los desastres neoliberales, tanto de gobiernos dictatoriales como democráticos, por lo que se vio obligado a reconstruir todo lo que se había tirado por la borda. El kirchnerismo se caracterizó más por la restauración que por la creación.

Otra gran disparidad entre ambos procesos tiene que ver con la edificación de un movimiento cultural, más allá de lo político. Y aquí es un término crucial. El 17 de octubre del  45 catapultó a la cultura popular argentina al centro de la escena pública. El peronismo fue rupturista, centró  a  los “cabecitas negra” y  a su cosmovisión en el centro de la discusión nacional, que había estado cooptada por los sectores dominantes. 

El kirchnerismo, efectivamente, marcó una gran ruptura en lo político, pero no en lo cultural. En el campo del ideario popular, lo “K” debe remitirse a al peronismo como construcción del pensamiento obrero para definir su identidad. Néstor y Cristina no lograron penetrar tanto en la cultura popular  porque obviamente era un terreno que ya había conquistado el peronismo.


La complejidad de sendos gobiernos son enormes y, seguramente, la  comparaciones  son odiosas y arbitrarias, pero el ejercicio de relacionar el uno con el otro es saludable para pensar y repensar la historia y la política argentina. El debate puede ser eterno pero precisar quién es quién ayuda a que las decisiones electorales en el futuro sean más claras y sinceras. La relación entre la conformación y el desarrollo de las grandes presidencias del país invitan a seguir pensando cómo se construye la identidad del gobierno actual.

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