lunes, 21 de noviembre de 2011

Crisis alimentaria mundial: mejor no hablar de ciertas cosas

       Mientras muchos líderes mundiales –los que todavía no se fueron- aseguran que el ajuste es la única y gran salvación de los “mercados” – habría qué ver que son- y se ocupan solamente de la rama financiera de la crisis económica mundial, son pocas las voces que se alzan advirtiendo temas de fondo, más  graves y  crueles. La crisis alimentaria se agrava en el 2011 a causa de que bancos, fondos de inversión y brokers apuestan con los precios de los alimentos básicos en el sector financiero desregulado y producen  la suba del costo por tonelada. Agregado a esto, en los últimos años se ha comenzado a incitar el área de los biocombustibles, que ha iniciado una carrera entre los alimentos que son para consumo y los que son para experimentación.
       Mientras los dueños del capital especulan en la timba financiera y otros empresarios apuestan a los combustibles a base de oleaginosas, los que más sufren en esto son lo que menos tienen, los que ven vulnerado su derecho básico a comer a causa de la codicia de unos pocos. Mientras muchos medios de comunicación muestran cómo salvan a bancos quebrados, y cómo aplican ajustes en tal o cual país, nadie habla del efecto real de esta crisis estructural del capitalismo: hay gente que muere de hambre.
       La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estimó que con 30.000 millones de dólares anuales se solucionaría el problema mundial de alimentos. Tal como se ve la decisión de acabar con el hambre en el mundo es política y ética más que económica. Pero, la mayoría de los Estados prefieren mirar hacia el costado, bregando más por los intereses de las grandes corporaciones multinacionales que por los de las personas hambrientas en el mundo. Está por ejemplo el caso de América, donde en el año pasado se produjo alimentos para 1.600 millones de personas pero la tasa de desnutrición infantil es del 16 % y el 50% de las madres que mueren anualmente por pobreza, lo hacen por desnutrición.  A nivel mundial, mueren 26 mil chicos por día por inanición. Tal como explica el Doctor en Economía, Bernardo Kliksberg, “el neoliberalismo no es sólo mala política económica: tiene una serie de implícitos que diseminados han permitido que tenga un sostén social.
       La crisis mundial de los alimentos básicos comenzó a tener su apogeo a mediados de 2008 cuando aumentaron su precio hasta tocar techos históricos. En la actualidad, los precios han vuelto a aumentar de manera exponencial. Entonces, hay que preguntarse por qué los líderes mundiales, a pesar de saber los imponderables de tres años atrás, dejaron que el sector financiero continúe desregulado.  El aumento de los precios de los alimentos ni siquiera obedece a causas técnicas o climáticas sino que responde profundamente a las políticas  de los modelos agroindustriales de producción y la desmaterialización del mercado alimentario.  Pero, sobre todo, hay un modelo productivo de alimentos basado en el petróleo y por tanto ligado al  precio del barril de crudo.
        La volatilidad de los precios alimentarios es una buena noticia para una pequeñísima élite, para  aquellos que especulan con ella y la provocan allí en la Bolsa de Chicago.  Es una mala noticia para todo el resto de la sociedad que debe hacerse cargo de los costos. Se calcula que la crisis de 2008 produjo un  incremento de las personas desnutridas en casi 100 millones.
        Como si la situación alimentaria no fuese lo suficientemente crítica, el relativo nuevo mercado de oleaginosas como fuente de energía amenaza con emporarla.  “Con el biocombustible se ha desatado una competencia feroz entre los estómagos de los podes y los motores de automóviles”, aseguró Kliksberg en una entrevista para Miradas Al Sur. En Estados Unidos, uno de los mayores productores de maíz en el mundo,  la tercera parte de ese cultivo  destinada para alimentos despareció del mercado y fue transferida al biodiesel. “No son circunstancias azarosas, ni casualidades, ni coyunturas. Son incentivos perversos que juegan en esa dirección”, remató el doctor en Economía.
        Ante esta crisis estructural del sistema capitalista como tal, las visiones acerca de una posible solución a corto plazo cada vez tienen menos adherentes. Mientras los gobiernos se manejan como títeres de las grandes empresas multinacionales, todo indica que la sentencia del periodista Ignacio Ramonet  en su editorial “Generación sin futuro”, tenía razón: “El mundo ha ido peor. Las esperanzas se han desvanecido. Las nuevas generaciones tendrán un nivel de vida inferior al de sus padres. El procesos globalizador neoliberal brutaliza a los pueblos, humilla a sus ciudadanos, despoja de futuro a los jóvenes”.