viernes, 1 de noviembre de 2013

La legitimación del horror

Los medios y Malvinas

El debate actual por el rol de los medios permite ver también en retrospectiva cómo estos operaban hace muchos años. Un caso emblema de su funcionamiento se dio en la guerra de Malvinas, en 1982, donde gran parte de los programas de tv, diarios y radios hicieron su movida para legitimar el conflicto y mostrarlo como una causa popular, en vez de como un manotazo de ahogado de la saliente dictadura de Leopoldo Galtieri.

Si bien gran parte de los medios de comunicación en la Argentina habían sido intervenidos desde 1976 y, consecuentemente, no podían ser críticos debido a los censores de la dictadura, muchos otros aprovecharon su alianza ideológica con la Junta Militar para hacer negocios y, de paso, ayudar a que el gobierno de facto continúe.

La guerra de Malvinas, iniciada el 2 de abril, fue una de las oportunidades para que diarios como Clarín y La Nación, o revistas como Gente, se muestren, una vez más, a favor de las acciones de los militares. La generación de un clima de falso patriotismo, de triunfalismo y de exaltación a la figura de Galtieri fueron las claves para la legitimación del conflicto armado.
Clarín titulaba el 3 de abril “Euforia popular por la recuperación de las Malvinas”, con una foto del presidente de facto saludando a la multitud, como si fuera un gran líder popular. Ya durante el conflicto Gente ponía en tapa: “Estamos ganando”. E ilustraba con una foto de soldados argentinos disparando.



Así como los medios vanagloriaban al ejército argentino, en una  maniobra por exaltar a la dictadura, se encargaron de minimizar a la gran potencia imperial que seguía siendo Inglaterra. En tantísimos titulares, a los ingleses se los llamaba “piratas” o “imperio decadente”. Se le restaba importancia y seriedad al terrible hecho que era enfrentarse a uno de los países con más poder militar en el mundo.

Las voces díscolas eran acalladas mediática y socialmente. El clima general construido por los medios, que igualó al conflicto armado con el patriotismo, hizo que los discursos opositores sean rápidamente desestimados por “antipatrias”. Si la televisión, la radio y los diarios mostraban a la guerra como una causa popular, estar en contra del enfrentamiento era salirse de los parámetros de la sociedad, de la aceptación del otro.

Una vez confirmada la derrota argentina, los informativos se encargaron de redirigir el tema. Las tapas de los diarios se llenaban con informaciones de fútbol o, si se nombraba algo de los militares, era acerca de cómo dirimían la selección de un nuevo sucesor. Para nombrar a los ex combatientes, “los chicos”, se los victimizaba o bien se los llamaba “soldados argentinos”, sin nunca hacer alusión a sus historias personales vividas en las Islas. Al poco tiempo, ya no se habló más de ellos. Pasaron a ser invisibilizados sistemáticamente, como si hubieran sido culpables por no vencer a Inglaterra.


Los medios de comunicación jugaron un papel muy importante durante todo lo relacionado a Malvinas. La generación de un clima previo, la exaltación de la figura de los militares, la legitimación de conflicto y la invisibilización y culpabilidad de los soldados fueron las marcas que dejaron. Seguramente, la causa Malvinas y la injusta guerra hubieran sido de otra manera, hubieran impactado de otro modo en la sociedad, de no ser que muchos de los grandes medios estaban en connivencia con el gobierno de facto.

viernes, 4 de octubre de 2013

Retomar las banderas

El Mayo Francés y la actualidad política global


"Queremos las estructuras al servicio del hombre y no al hombre al servicio de las estructuras,  queremos tener el placer de vivir y nunca más el mal de vivir", rezaban los jóvenes franceses de aquel tumultuoso –y maravilloso- mayo del ’68, un hito de la historia moderna, que mostraría que la conjunción obrero-estudiantil puede ser la vanguardia por las reivindicaciones sociales. Hoy en día, más que nunca, vale retomar los preceptos arrojados por aquellos hombres y mujeres para dar pelea a este nuevo gigante opresor: el neoliberalismo.

Las protestas y huelgas ocurridas en Francia casi a finales de los sesenta marcaron, sin dudas, el inicio de una contracultura política, que se oponía a la opresión despiadada del ya bien entrado capitalismo. Aquellas movilizaciones señalaron la disconformidad de grandes capas de la población al ideario moderno, del hombre consumidor, alienado y que sólo “soporta” su vida. Dijeron basta a la explotación y pidieron por un cambio radical. No sólo buscaban llevarse puesto al –des-gobierno de Charles de Gaulle, sino generar una transformación profunda en las bases.

El Mayo Francés estuvo enmarcado en grandes acontecimientos revolucionarios – o por lo menos antisistema- a lo largo de todo el mundo. La revolución cubana del ’59, la guerra de Vietnam, la muerte del Che Guevara, el hipismo, la liberación sexual y femenina, la creación el ácido lisérgico, el rock, los movimientos pacifistas y ecologistas; en fin, un sinnúmero de sucesos que ayudaban a la liberación de las conciencias que, obviamente, traerían aparejadas nuevas demandas sociales.


En Argentina las ideas y acciones de la revuelta francesa se verían plasmadas en el Cordobazo.  El 29 de mayo de 1969 un gran movimiento de protesta de obreros y estudiantes de la ciudad de Córdoba –una de las grandes industriales del país- se enfrentó a la dictadura de Juan Carlos Onganía y produjo su derrocamiento. Este hecho marco un antes y un después en la historia política argentina, demostrando que el clasismo y el peronismo combativo que se había formado en la proscripción podrían ser un factor importante en la lucha contra el sistema.

El mundo ha cambiado mucho en estos casi 50 años que separan aquellas gestas heroicas y anticapitalistas, sin embargo, muchas de las demandas de aquel tiempo siguen siendo las mismas para la actualidad. La explotación, la alienación, la pobreza, la desigualdad, la marginalidad, entre otros, continúan siendo materias pendientes a resolver.

El neoliberalismo, como nuevo enemigo de los sectores populares, ha complejizado la lucha y ha ganado, hasta ahora, su batalla cultural. La hegemonía del mercado financiero, el consumismo y la desregulación estatal se han instaurado tan hondo en las costumbres que ya son muy difíciles de extirpar.

El desafío es que los trabajadores y estudiantes de la actualidad retomen las banderas del Mayo Francés –y las autóctonas del Cordobazo- para combatir al neoliberalismo. Reemprender demandas históricas y adaptarlas a los novedosos escenarios venideros es la tarea más importante de cualquier militante político que bregue por los más vulnerables. No obstante, el paso adelante que urge darse es el de darle la organicidad, la dirección de la que careció el Mayo Francés.


En un mundo complejo como el de hoy día, donde el mercado financiero es el gran mandamás, la lucha contra el capitalismo despiadado y las reivindicaciones por los derechos sociales, laborales y culturales son los estandartes que deben regir a hombres y mujeres que quieran lograr la equidad y la inclusión. Porque como dijo Jean Paul Sartre, uno de los intelectuales del ´68: ‘’Un hombre no es otra cosa que lo que hace de sí mismo”. 

Links relacionados: 



sábado, 28 de septiembre de 2013

El debate por la identidad

Peronismo y kirchnerismo

El kirchnerismo como fuerza política surgida en 2003, que todavía brega por crear una identidad propia, es sujeta, muchas veces, a una inevitable comparación con el peronismo. Es una gran empresa comparar a semejantes movimientos políticos, sobre todo cuando nadie todavía ha podido dar en la tecla a la hora de definir al peronismo.  Aun así,  es indudable que si lo que se busca es encontrar el rasgo identitario de lo “K” debe hacerse en la comparación con el justicialismo. Diferencias y similitudes  se pugnan en un debate que se sabe casi infinito.

Las semejanzas, en un principio, están signadas en que tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández adhirieron desde muy jóvenes a las filas peronistas. Su ideario político se conformó en aquel peronismo combativo de los setenta, que tantas veces han mencionado y recordado. Su participación activa en el Partido Justicialista tiempo después marca que su búsqueda siempre fue volver “al peronismo de Perón”.

Para hablar de similitudes entre los gobiernos peronistas y kirchneristas la clave está en la construcción del Estado. Ambos procesos políticos recurrieron a engrandecer el Estado, como regulador de las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales del país. En este sentido se ve como estas presidencias tendieron a ser firmes interventoras de la economía, donde el fomento estatal a la industria y la nacionalización de empresas de servicios son dos ejes básicos. Sin el ensanchamiento de la administración pública estos movimientos no serían lo que son;  el Estado como actor activo que se embarra en la política es la clave.

La configuración de clases en la Argentina también es un punto crucial para trazar un paralelo entre Perón y los Kirchner. El apoyo en los trabajadores, como una defensa de clase, es un símbolo de ambos mandatos. El apoyo ideológico y electoral en la clase obrera obedece también al enfrentamiento contra las clases dominantes representadas por las corporaciones, la oligarquía terrateniente  y los variopintos partidos de la derecha liberal.
Para muchos Néstor y Cristina son los nuevos Perón y Evita

Si bien ambos procesos políticos tienen muchas coincidencias, también hay puntos remarcables que indican las diferencias sustanciales. El más obvio, pero también el más determinante, es el contexto histórico. El peronismo surgió en un mundo cambiante tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, donde Argentina tenía espacio para desarrollarse, sin la dependencia externa. El peronismo fue eso: la creación y el crecimiento de lo nacional. En cambio, el kirchnerismo nació empapado por la crisis del 2001 y los desastres neoliberales, tanto de gobiernos dictatoriales como democráticos, por lo que se vio obligado a reconstruir todo lo que se había tirado por la borda. El kirchnerismo se caracterizó más por la restauración que por la creación.

Otra gran disparidad entre ambos procesos tiene que ver con la edificación de un movimiento cultural, más allá de lo político. Y aquí es un término crucial. El 17 de octubre del  45 catapultó a la cultura popular argentina al centro de la escena pública. El peronismo fue rupturista, centró  a  los “cabecitas negra” y  a su cosmovisión en el centro de la discusión nacional, que había estado cooptada por los sectores dominantes. 

El kirchnerismo, efectivamente, marcó una gran ruptura en lo político, pero no en lo cultural. En el campo del ideario popular, lo “K” debe remitirse a al peronismo como construcción del pensamiento obrero para definir su identidad. Néstor y Cristina no lograron penetrar tanto en la cultura popular  porque obviamente era un terreno que ya había conquistado el peronismo.


La complejidad de sendos gobiernos son enormes y, seguramente, la  comparaciones  son odiosas y arbitrarias, pero el ejercicio de relacionar el uno con el otro es saludable para pensar y repensar la historia y la política argentina. El debate puede ser eterno pero precisar quién es quién ayuda a que las decisiones electorales en el futuro sean más claras y sinceras. La relación entre la conformación y el desarrollo de las grandes presidencias del país invitan a seguir pensando cómo se construye la identidad del gobierno actual.

Links relacionados:





jueves, 19 de septiembre de 2013

Corte y confesión

La pelea entre el Grupo Clarín y el Gobierno, que es sino la disputa simbólica por la palabra, adquiere un nuevo capítulo. Esta vez, la audiencia pública convocada por la Corte Suprema de Justicia será el escenario para una nueva batalla entre los dos pesos pesados de la política argentina, que volverán a verse frente a frente. Fortalezas, debilidades y, se supone, chicanas varias se harán presentes, en una contienda en la que ganará quien pueda argumentar mejor y mostrarse más sólido ante los ojos de los magistrados.
Para exponer, la Corte habilitó a 5 amicus curiae para apoyar a cada una de las partes. De parte del Poder Ejecutivo Nacional, a favor de la constitucionalidad de la ley 26.522, se presentarán las universidades de Lanús y San Martín, el CELS, La Confederación Cooperativa de la República Argentina (COOPERAR) y la Asociación Argentina de Juristas. Por el lado del Grupo Clarín estarán presentes el Observatorio Iberoamericano de la Democracia, la Organización de Asociaciones de Empresas de Televisión Pagada para Iberoamérica,  ADEPA, el Comité del Consumidor (CODELCO) y  el abogado Lucas Sebastián Grossman, de la Universidad de San Andrés. Con solo repasar nombres y prontuarios de cada uno de los concurrentes se ve que será reñida la esgrima verbal.
En lo político, la audiencia se muestra como una maniobra que busca dilatar los tiempos judiciales hasta el máximo –vale recordar que el supremo tribunal no tiene la obligación de fallar bajo ningún término temporal- y así poder desentenderse del resultado electoral de las legislativas de octubre. Sin embargo, los supremos saben que se han quedado sin tiempo: los 4 años de sanción de la ley son una pesada carga, un lapso que ellos mismos han dejado correr negando, por ejemplo, el pedido de per saltum del Ejecutivo. 

Para un lado o para otro, los magistrados están obligados a fallar, lo cual cambiará para  siempre el manejo y el desarrollo de la radiofonía en la Argentina. La pluralidad de voces o la concentración mediática dependen de la voluntad y el buen juicio de 7 personas que saben que tienen en sus manos la resolución de una de las grandes peleas políticas, que quedará en la antología de la historia criolla. Se acaban los tiempos y, asimismo, se acerca la confesión de la Corte.

Falta de sintonía

La universidad como institución de transmisión y producción de conocimientos siempre fue un elemento central  a la hora de pensar un proyecto de país. La formación de los universitarios está íntimamente ligada a la proyección de un modo de vida social, cultural, político y económico. Sin embargo,  hoy en día, en Argentina y Latinoamérica  se ven grandes desfasajes  entre la universidad  y su exterior, no sólo con respecto a los gobiernos progresistas de la región sino también con grandes capas de la sociedad.

Si bien  se pudo resolver el funcionamiento interno de las facultades a partir de la Reforma del  ´18, todavía no se ha logrado la conjunción entre los estudiantes y el pueblo, entre la producción de conocimiento y las necesidades diarias de la población.  En ese sentido, como afirma el sociólogo Juan Carlos Portantiero  en su libro Estudiantes y Política en América Latina, “la ideología de la reforma no pudo llevar, en los hechos, la crítica de la universidad mucho más allá del reclamo de una mayor democratización interna y de autonomía frente al estado. La universidad que la reforma podía auspiciar se limitaba a ser una ´isla democrática´”.

Deodoro Roca y la Federación Universitaria de Córdoba a través de logros como la docencia libre, las cátedras paralelas, los concursos públicos y el cogobierno ganaron su lucha contra la enseñanza clerical, enquistada en la Universidad de Córdoba. Hoy en día el enemigo es otro, pero igualmente aferrado a las estructuras universitarias: el neoliberalismo.

Cada tiempo político tuvo su idea de país y, con ello, su tipo de universidad. En la actualidad, los proyectos de naciones que buscan dejar atrás al neoliberalismo  en su dimensión económico-política, pero también cultural y educativa,  tienen dificultades para que su mensaje penetre en la mayoría de los estudiantes.  Así como la universidad de Córdoba de principios de siglo XX se puso en consonancia con hechos políticos como la Revolución Rusa, la Revolución Mexicana o el advenimiento democrático del radicalismo, las casas de altos estudios de hoy deben entrar en sintonía con los procesos latinoamericanistas que se esparcen por el continente.


El rol del universitario para construir una sociedad más justa, que acerque la universidad al pueblo, es fundamental. La juventud estudiantil debe ser la vanguardia que bregue por la igualdad.  Porque como dijo el recordado presidente chileno Salvador Allende, “para que termine esta realidad brutal que pesa sobre nosotros se requiere un profesional comprometido con el cambio social”.

La noticia ficción: el fin del mito de la objetividad

La noticia, y su definición, están inherentemente ligadas a la actividad periodística, por lo tanto, siempre son dinámicas, cambiantes. En los tiempos que corren, la vieja y arcaica  explicación objetivista quedó obsoleta, para dar paso a una visión subjetivista, que ya no sólo pone al acontecimiento novedoso como elemento único de la noticia, sino que además agrega la intervención del periodista y su intención.  La noticia ficción es el principal producto periodístico de la nueva era de la información.

Los cambios producidos a nivel macroeconómico a partir del inicio neoliberal, como la concentración y la conformación de multimedios, han incidido directamente en el formato y en los objetivos de las noticias. Los sucesos empezaron a ser vistos de manera comercial, como una mera mercancía en la industria de la información. En ese sentido, ya lo importante no es informar veraz y acabadamente al lector; lo primordial es vender.

Tal como asegura el editor de Página/12  José María Pasquini Durán, “ahora cada vez más la noticia es ficción: está  producida en busca de atrapar la atención de la audiencia”. La obligatoriedad para todo escritor es hacer que las notas sean cada vez más interesantes y, para ello, la adición de tintes novelísticos a la noticia es fundamental. “Se ficcionaliza la realidad”, remarca el periodista.

A pesar de que la noticia ficción se ha hecho un estandarte del periodismo actual, continúa habiendo cronistas como Fernán Saguier,  secretario general de la redacción de La Nación, que se aferran a la idea romántica de la objetividad. “Es necesario que los periodistas eviten la opinión y mantengan la distancia con la información”, asevera y precisa, eliminando cualquier intervención del escritor, que ”ser periodista es ser el vehículo de la gente, un transmisor de la realidad”.


La noticia como materia prima de la función periodística siempre estará modificada según el público, el medio, los intereses y hasta la voluntad del escritor, sin embargo, es de fácil reconocimiento que la nueva configuración llegó para quedarse. La noticia ficción, como producto que debe ser interesante y atrayente,  es la forma en que la información circula a través de los medios masivos y el público. Estará en  los trabajadores de prensa adaptarse, o caer abrazados con el falso mito de la objetividad.

viernes, 16 de noviembre de 2012

La soja que los parió



“La soja que los parió”, reza un “poema urgente” en homenaje a Cristian Ferreyra. Hoy hace un año que el militante del MOCASE, de 23 años, fue asesinado cuando defendía su territorio a manos de sicarios de un empresario agrícola.  Ese disparo de escopeta no fue en vano. La muerte del joven despertó el debate que ya es ineludible: qué hacer con el  poderoso cultivo, que cada vez tiene más preponderancia en la economía argentina pero que a la vez puja en los campos desterrando a miles de campesinos autóctonos. Esta discusión es central, define qué tipo de Estado se quiere, cuál debe ser su rol de mediador entre los intereses contrapuestos y, también, qué modelo productivo se desea llevar a cabo.
La sojización del campo argentino fue un proceso lento, que fue desplazando a otras plantaciones tradiciones como el trigo, el maíz o el girasol. En las últimas dos décadas, esta transformación se aceleró y los empresarios agropecuarios se fueron volcando progresivamente hacia la siembra de soja transgénica debido a su alta rentabilidad y a su abultado precio internacional, que hoy se encuentra a 518 dólares por tonelada.
En la actualidad el cultivo cubre 19,8 millones de hectáreas, el 56 por ciento de la tierra cultivada de la Argentina, y está controlado por grandes multinacionales de estrecha relación con los mercados financieros. La importancia de la soja es cada día más visible en estos pagos. El país es el segundo productor mundial de soja, después de los Estados Unidos, y, de ese sector, el Estado percibe casi 75 mil millones de dólares en rentas extraordinarias y 55 mil millones de pesos en retenciones a las exportaciones.
Entonces, ¿cuál es el margen de maniobra de un Gobierno del cual su recaudación fiscal depende casi íntegramente de esta plantación? Hubiera sido muy difícil haber salido de aquella catástrofe del 2001 si no fuera por las regalías que dio el cultivo ayudado por una política de dólar alto.  El Estado tomó las riendas de la economía con una gran ayuda del dinero que hizo ingresar al país la soja. Pero nada es gratis y poco a poco los intereses de muchos de los ciudadanos se contrapusieron a la irreverencia de los empresarios, que quisieron colonizar todos los territorios con este negocio redondo. Fue allí donde se llegó  ante una situación dual, de compleja resolución para el oficialismo. Pero la codicia empujó  la circunstancia a un límite perverso: la expropiación de tierras y los asesinatos de los campesinos.
El avance gradual de la soja ha significado el desmonte de las zonas que habitaban los aldeanos. El impulso de uno ha producido el retroceso del otro y a fuerza de violencia. Según  la Secretaría de Ambiente de la Nación, Santiago del Estero es de las provincias líderes en desmonte: desde 1998 se ha incrementado un 72 por ciento el área de devastación de bosques.
Como bien se sabe los negocios turbios tienen varios causantes. Los empresarios ambiciosos e inescrupulosos, el Estado Nacional que mira hacia un costado, las autoridades provinciales que dejan hacer y el  Poder Judicial que cede ante el lobby. La combinación de factores avasalla los derechos de los dueños de las tierras en un entramado de relaciones, dinero e influencias en el que cada vez hay más manos metidas.
“No es posible la convivencia con el agronegocio, su lógica es de muerte y lucro, es un modelo donde no hay lugar para la vida”, afirmó tajante el militante del Mocase-VC Diego Montón, luego de la muerte de su compañero. Además de Cristian, en los últimos dos años fueron asesinados en la Argentina cinco campesinos e indígenas, entre los que se encuentra Diego Galván, matado a puñaladas el 10 de octubre.
Es hora de que el Gobierno, a pesar de su derrota en 2008 contra las corporaciones del campo, comience la batalla contra las multinacionales sojeras. Las retenciones a las exportaciones son necesarias para el desarrollo del país pero insuficientes como mecanismo de regulación del desbande de las empresas. Es necesario un ente público que incorpore a los pequeños productores, campesinos, trabajadores y consumidores que procure la sustentabilidad del suelo y que incorpore a nuevos actores en el trabajo de la tierra, que descentralice la actividad.
En el mismo sentido, es imperioso avanzar en un programa de reforma de la propiedad de las zonas rurales que evite que los campesinos y pequeños arrendatarios  sean despojados de sus territorios. La ayuda estatal para que mejoren la rentabilidad de sus tierras es imprescindible para que la situación económica no los lleve a ceder sus dominios a las grandes corporaciones, profesionales del saqueo de las riquezas del suelo a gran escala.
Aquí lo que se pone en juego es el respeto por uno de los derechos fundamentales de los pueblos originarios, que es el de la tierra. El Estado debe ser garante de la protección del más débil, por mandato popular y por comprensión de las luchas reivindicatorias de los campesinos.
La ley está del lado de los autóctonos, por lo que sólo se trata de hacer cumplir la norma, aunque el Poder Judicial muchas veces se desentienda. Hay vigentes leyes específicas para  estos casos como el artículo 75 de la Constitución Nacional  o la Ley 26.160 de suspensión de desalojos, sancionada bajo el gobierno kirchnerista. También el Código Civil establece el “derecho veinteñal”, que reconoce a quienes ocuparon y trabajaron un terreno durante dos décadas.
El Estado tiene que tener un rol activo e intervenir de lleno en la defensa de los derechos de los ciudadanos, en honor a los caídos que defendieron sus territorios. Acá no hay tiempo para hacerse el desentendido, ya que cada muerte por un negocio espurio es un paso atrás. Aunque sea difícil, el Gobierno, que ha sabido combatir a las corporaciones, debe interpelar a las multinacionales y ponerlas en regla, aunque eso signifique enfrentarse a uno de los soportes estructurales de la economía. Hoy, a un año del asesinato de Cristian Ferreyra, sería un buen homenaje ir en esta dirección, que es lo que él tanto hubiera querido.